Proyecto que pone en la mesa la pregunta sobre la violencia en la intimidad, pone el dedo en la llaga en relación sobre quién y cómo se ejerce la violencia. Esta pieza surge tras la experiencia que vivencie en un proceso de dolor y desmoronamiento, esta pieza es el rojo de las paredes que nos envolvía, es el brillo del amor esquinado, es la humillación del que tiene el poder de pisotear al otro. La grabación original dura mas de 20 minutos, en la pieza selecciono 5 minutos elimino las referencias personales para hablar de algo mas amplio como el dolor en las relaciones de pareja, finalmente se mezcla con la música de una cajita de música con la intención de hablar de lo terrible del cariño que se transforma en golpes tanto físicos como psíquicos, la cajita de música que contiene la intimidad de esta violencia es ese rincón de los secretos dentro de las casas, ella la cajita esta envuelta en cartas de amor, en esas cartas que se despedazan en los golpes. La mezcla sonoro la realiza Sara Herculano.
LA IGUALDAD EN LA VIOLENCIA
En torno a la instalación Good night my love de Bruno Bresani por Irving Domínguez
‘When you leave me you’ll be sorry’, /Said the woman to the man
‘When you leave me I will haunt you’, /Said the woman to the man
So he left her and was haunted / They were haunted for a time,
Still they thought about each other /All the time.
The Wedding, Marianne Faithfull
Decir la violencia ejercida sobre uno en público revela las contradicciones que conforman la vida social en democracia, si bien la dinámica intersubjetiva desde la cual se producen favorece la opacidad de su práctica regular e instaurada desde un poder político que tiene como último recurso para la preservación de su continuidad el ejercicio de la violencia física. No estoy interesado en esbozar una caricatura del Estado como fuente primordial de toda práctica de agresión, pero si en señalar una de sus condicionantes que le permiten sostenerse al mantener un sistema de jerarquías y denominaciones para facilitar la exclusión de individuos diversos categorizados en minorías de tal manera que nunca puedan participar del juego democrático: la injuria.
La injuria se manifiesta a través del insulto, articulado a través de palabras específicas designan al otro estigmatizándolo a partir de una de sus características constitutivas que es interpretada como negatividad, algo indeseable para el resto de la sociedad. Los que ejercen una sexualidad diferente a la heterosexual, los migrantes, los refugiados y exiliados, los indígenas, los ancianos, las mujeres, los no-occidentales y sus descendientes, nadie parece escapar del acto ofensivo que termina por moldear la manera en la cual cada uno de estos individuos se relaciona con los demás, pero también consigo mismo al punto que sus cuerpos terminan expresando lo hondo que ha calado la ofensa. Por ejemplo, la timidez no es un rasgo inherente a la personalidad de nadie.
En este horizonte de la injuria (Didier Eribon), también los varones heterosexuales tienen su lugar al ser denostados por aquellos otros que han alcanzado el éxito en público al valerse de la competitividad, el conocimiento, el maniqueísmo, la popularidad y/o la violencia para consolidar su participación en el sistema de jerarquías, pero también por sus parejas, quienes si bien suelen ser víctimas de la agresión física por parte de ellosno están exentas de responder con sus propios recursos de violencia objetivados en la humillación, es decir el cuestionamiento irónico y frontal de las capacidades del varón para interpretar el rol social de “hombre”.
María Jesús Izquierdo ha señalado que en el binomio agresor/víctima aplicado a las relaciones entre varón y mujer se define la realidad en términos del sujeto agresor como malo y la sujeto agredida como buena, de tal modo que ella queda en un rol infantil, condenada a la pasividad y a la espera de que la Justicia se articule como brazo vengador para castigar a quién la agredió. Desempoderada, ajena a los mecanismos legales que “corrigen” la conducta del agresor, la mujer violentada queda privada del ejercicio legítimo de la violencia en defensa propia tanto en la esfera pública como en la privada. Pero este desplazamiento no es el único error en el sistema de impartición de justicia. Para Izquierdo la negación de las mujeres como sujetos capaces de ejercer violencia sólo propicia la continuidad de las agresiones entre los miembros de la pareja.
Se trata de la negación del conflicto como un componente esencial de las relaciones sociales, y por tanto, de las relaciones intersubjetivas. El conflicto es percibido como amenaza de la vida democrática, no como una plataforma de cambio político efectivo. Bajo esta lógica se vuelve recurrir a la estigmatización al determinar que los demócratas no son violentos, solo ellos, que son los malos, porque nosotros somos los buenos. Esto no impide que los injuriados desarrollen mecanismos de supervivencia que detectan las fisuras del sistema a través de los cuales puede trastocársele de manera transitoria, básicamente en el ámbito del orden simbólico puesto que el ámbito de la praxis tiene fuertemente condicionado el acceso para ellos.
Dicha alteración puede relacionarse con la práctica de la parresía, signo de la voluntad de un sujeto al enunciar una verdad ante el poder que intenta pasar sobre ella u ocultarla. Por ello quien practica la parresía“asume un riesgo”. Por supuesto, esa situación de peligro en la que se coloca quien hace un uso público de su capacidad de juzgar al otro no siempre pone en juego algo tan valioso como la propia vida. Lo que se pone en riesgo es siempre algo que tiene una gran importancia para el que habla en momentos en los que otros optan por callar. En este caso, el control de quienes pueden ejercer la violencia física (los representantes de la Justicia), quienes son limitados en el ejercicio de la misma (los hombres) y quienes no pueden pronunciarse en contra de esa violencia y mucho menos ejercerla so pretexto de que si ellos la ejercen ponen en riesgo todo el sistema (los injuriados).
La instalación Good night my love de Bruno Bresani (Brasil, 1973) permite, a través de la figuración, la recuperación del terreno mismo donde se lleva el conflicto intersubjetivo: el ámbito del lenguaje. A partir de una ríspida discusión grabada en archivo de audio, se nos ofrece un dispositivo visual – lingüístico, y por lo tanto sonoro, que hace las veces de “focalizador” (Mieke Bal), facilitando al participante de la pieza el acceso a la situación emocional que caracterizó la confrontación grabada. Este mismo dispositivo también funge como “vocalizador” activando, en coordinación con la figuración visual, imágenes reprimidas, explícitas, sugeridas, no percibidas en un primer momento o incluso imaginadas pero que el participante puede reconocer, asociar e integrar a su propia experiencia intersubjetiva, por lo tanto, social.
Es legítimo argumentar a una invasión a la intimidad, o mejor dicho una negación del ámbito privado que se supone condición indispensable de la vida en pareja, pero ante las propiedades “focalizadoras – vocalizadoras” de la instalación se relevan las implicaciones de la agresión en las relaciones conyugales: ¿quién atestigua?, ¿quién valida lo dicho si ocurre fuera de la esfera pública?, ¿se puede negar el impacto del conflicto en las relaciones intersubjetivas?, ¿no se produce una nueva configuración del ámbito social alrededor de la pareja conflictuada y conflictiva? ¿Es posible la práctica de la parresía a partir de esta pieza o dicha posibilidad está completamente negada?
Good night my love problematiza y revela cómo la vida privada es en realidad parte de la vida política de quienes conformamos democracias. En tanto no se critique la caracterización de la violencia y los violentos como encarnaciones de lo malo, mientras no se reconozca el peso de la injuria en las dinámicas sociales de la vida democrática y no se cuestionen periódicamente las ganancias legales en la defensa de los derechos humanos, utilizados más de las veces como vehículos para la consumación de la venganza de los antes caracterizados como débiles, seguiremos atados a la instrumentalización de la violencia para corregir a los agresores, es decir a todos y cada uno de nosotros.
Ciudad de México, 25 de febrero del 2009.
Referencias
Margot Leigh Butler, “I’m in there! I’m one of the women of that picture!” en Annette Burfoot y Susan Lord (editoras), Killing Women. The visual culture of Gender and Violence, Wilfrid Laurier University Press, Ontario, 2006.
Didier Eribon, Reflexiones sobre la cuestión gay, Anagrama, 2001.
Domingo Fernández Agis, Verdad y Política en Eikasia. Revista de Filosofía, Año II, Número 6 (septiembre 2006), disponible en http://www.revistadefilosofia.org
María José Izquierdo, Los órdenes de la violencia: especie, sexo y género en Vicenç Fisas (editor), El sexo de la violencia. Género y cultura de la violencia, Icaria, Barcelona, 1998.